La fitoterapia ha estado ligada a la práctica farmacéutica desde sus orígenes. Esta relación ha evolucionado a lo largo de los siglos, adaptándose a los avances científicos y a los cambios en la práctica médica. En la actualidad existen numerosos estudios e investigaciones que demuestran los beneficios de las plantas medicinales y es el farmacéutico el especialista encargado de su recomendación.
Se cree que ya desde la prehistoria se usaban plantas para el tratamiento de enfermedades, sin embargo, no es hasta las primeras civilizaciones, mesopotámica y egipcia, donde encontramos los primeros textos. Uno de los más antiguo es el Papiro de Ebers (1550 a.C.), donde se describen el uso de cientos de plantas medicinales para tratar diversas dolencias.
Basándose en estos conocimientos se establece la medicina clásica de la Antigüedad, que se valía de remedios naturales para la curación de la gente. Estos remedios eran de origen animal, vegetal y mineral, siendo los vegetales los más destacados y utilizados. El método de curación se asociaba a los poderes sanativos de la naturaliza y los médicos griegos consideraban que ella era la causa primaria de las cosas y la que provocaba el cambio. En esta época la farmacia y la medicina estaban estrechamente relacionadas, ya que el médico era el encargado de revisar al paciente y de elaborar el preparado curativo. Los médicos más destacados de este periodo fueron:
-Hipócrates (460-370 a.C.): considerado el padre de la medicina.
–Dioscórides (40-90 a.C.): cuya obra, De Materia Medica, ha sido de las más duraderas y usadas a lo largo de la historia de la medicina.
–Galeno (sobre el 130 d.C): sentó algunos de los conceptos usados actualmente como “indicación terapéutica” o sobre terapéutica en general.
Durante la Edad Media en Europa el conocimiento sobre plantas medicinales se preservó en los monasterios, donde los monjes cultivaban jardines y copiaban manuscritos antiguos sobre medicina y botánica. Sin embargo, con la expansión de los árabes fue allí donde se trasladó el progreso de la ciencia y la medicina durante gran parte de este periodo. Médicos como Rhazes (865-925) y Avicena (980-1037) documentaron el uso de plantas en sus tratados médicos, estableciendo una base científica para la fitoterapia que influenciaría a Europa durante el Renacimiento.
A partir de este época comienza a desarrollarse la farmacia de forma independiente a la medicina y a usarse el término boticario. Pero no es hasta el siglo XIII cuando el emperador Federico II reconoce la división profesional. Este alejamiento se debe a que cada vez la farmacia requería más especialización para la preparación de medicamentos de composición y dosificación adecuada. Además, por el conflicto ético que surgía si la persona que diagnosticaba era la misma que proporcionaba la medicina (2).
El Renacimiento conllevo una revolución intelectual y del panorama social, que condujo al redescubrimiento y expansión del conocimiento botánico y médico. La invención de la imprenta facilitó la difusión de la sabiduría tradicional con la impresión de herbarios y farmacopeas, como la “De Materia Medica” de Dioscórides. Además, las expediciones a otros continentes permitieron conocer y estudiar sustancias desconocidas en Europa hasta la fecha. La tensión entre médicos farmacéuticos aumentó en Europa como consecuencia de la mayor implicación de los boticarias en la medicina durante la plaga, debido a la falta de doctores, pero mejoró la percepción social que se tenía del farmacéutico. También se hizo patente la necesidad de formación universitaria para poder ejercer como boticario (2).
En la Edad Moderna se profesionalizó la farmacia como disciplina científica. Los farmacéuticos comenzaron a formarse en universidades y se establecieron farmacopeas nacionales que estandarizaban los medicamentos a base de plantas. Con la Revolución Industrial y el avance de la química se obtuvieron principios activos que transformaron remedios herbales en medicamentos modernos. También se incorporaron a los arsenales terapéuticos nuevas medicinas vegetales, entre las que se encuentra la quina, aún usada en la actualidad. Además, se inicia la clasificación y denominación de las plantas, el estudio sobre la vegetación e investigaciones experimentales acerca de ellas. Este cambio sentará las bases de su desarrollo como ciencia de apoyo para la medicina, añadiendo la búsqueda de los principios activos y de los mecanismos que producen su efecto.
En el siglos XIX surgen en España las primeras enseñanzas de farmacia. Aunque no es hasta el 1845 donde se aprueba un plan de estudios y se instaura en las facultades universitarias (3). En esta época tras la revolución industrial y el auge de la química, la fitoterapia queda relegada a un segundo plano a regiones rurales y poblaciones que mantenían tradiciones médicas antiguas. Sin embargo, nunca fue olvidada. Continuaron incorporándose nuevas plantas de zonas como Perú y se mantenía el interés por las plantas orientales. Durante el siglo XX resurge nuevamente el interés por las plantas medicinales y se desarrolla la fitoterapia científica, que conduce a un acercamiento a la medicina. En este periodo se inician estudios sobre farmacopeas empíricas de sistemas médicos de otros países y se aprovechan los conocimientos sobre tecnologías novedosas para la investigación de productos naturales.
Actualmente los fines con los que usamos las plantas son varios:
Hoy en día, todas las facultades de farmacia incluyen en sus planes de estudio asignaturas como: botánica, fisiología vegetal, farmacognosia o fitoterapia; lo que hace de las plantas medicinales una parte integral de la profesión y haciendo del farmacéutico la figura más capacitada para aconsejar sobre el uso seguro y eficaz de los productos fitoterapéuticos, asegurando que estos se utilicen de manera complementaria y basada en evidencia científica.
Cabe decir que las plantas medicinales no son un sustitutivo de los medicamentos en patologías graves, pero son una alternativa terapéutica tradicional muy útil para:
– El alivio de síntomas leves o moderados.
– La prevención del desarrollo de determinadas patologías.
– El tratamiento complementario en enfermedades crónicas.
La principal ventaja de las plantas medicinales es que produce escasos efectos secundarios y no generan adicción, tema muy importante en la actualidad por el abuso de ciertos medicamentos y la lucha de los profesionales sanitarios por el uso racional de los mismos.
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Referencias:
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